En sólo un par de horas, pasaremos por ese ritual que es la compleción de una vuelta alrededor del Sol por ese planeta lleno de agua que llamamos Tierra y casa. Momento en que todos –o casi todos—nos ponemos cursi o sentimentales o francamente ridículos y reflexionamos sobre el pasado que no podemos cambiar y hacemos promesas que puede que cumplamos o quizá no.
Y así exactamente es como quizá se ponga este post, así que… léanlo a su propio riesgo.
He dicho, en círculos privados, que 2010 fue el peor año de mi vida, algo que había dejado reservado para 2010. Sufrí las mayores arrecheras, las más grandes tristezas y caí en las mayores depresiones de las que haya recordado. No podía esperar a que este día llegara, sólo para poder empezar de nuevo y dejar atrás lo malo que dejaron estos últimos doce meses.
Pero, quizá por el hecho que el último mes ha estado lleno de alegrías por delante y por detrás, he suavizado mi posición respecto a 2010 (también, ¿quién quiere hablar mal de un moribundo?). Este no fue un mal año; este fue un año difícil, repleto de problemas, incomodidades y grandes retos. Cometí errores. Grandes, grandes errores. Y lastimé. Y fui lastimado.
Pero de nada habría servido si no hubiera aprendido nada. Ahora me considero más maduro, más estable y más centrado. Así que aunque 2010 me trajo muchas negativas, me dejó también muchas cosas positivas, sin duda. Todo como previo a un enorme paso que daré en 2011… un paso que daré con todo gusto.
A todos mis seguidores, amigos y compañeros, lamento mucho si fui demasiado insoportable, quejica, ladilla o furioso. Y les agradezco mucho la paciencia que me han tenido, y en especial estoy infinitamente agradecido por su amistad.
Y a ti, cielo mío… Bueno, ¿qué más tengo que decirte? ¡Que llegue ya nuestra fecha!