Los últimos 15 días

Un manifestante devuelve una bomba lacrimógena a la Guardia Nacional durante una protesta en Caracas. / AFP PHOTO / Juan Barreto

Mientras escribo esto, las protestas en Caracas están cumpliendo 15 días sin parar, aunque en opinión de muchas agencias de noticias, están bajando en intensidad, sin duda en parte por las festividades de Carnaval, que se ganaron dos días adicionales cortesía del presidente Nicolás Maduro, quien decidió decretar el 27 de febrero no laborable por los 25 años del “Caracazo”, y luego el 28 porque… puede, pues.

Claro, eso no es nada si lo comparamos con San Cristóbal. Las historias que salen de ahí hablan básicamente de una ciudad en guerra, que empezaron con protestas el pasado 4 de febrero, cuando una joven estudiante de la Universidad de los Andes sufrió un intento de violación y robo cerca del campus. Los estudiantes salieron a protestar, exigiendo al gobernador, José Gregorio Vielma Mora, mayor protección, y su respuesta fue mandarle la Guardia Nacional a dispersarlos. Desde entonces no han parado; los hechos del 12 de febrero sólo le dieron a los “gochos” nuevas razones para protestar; muchos negocios tienen 10 días sin abrir, y el transporte público cesó, por las barricadas (“guarimbas”, en lnguaje oficialista”), marchas y choques con la GNB. Ya es tal que el Gobierno debió enviar el batallón de paracaidistas. Vielma Mora brevemente se quejó de los excesos, hasta dijo que debía liberarse a Leopoldo López, y a la noche estaba gritando el guión de golpe de estado. Eso no detiene a la fuerza gocha, que ya incluso empezó a agarrarla con los símbolos más sagrados del chavismo. No andan jugando carrito, como quien dice.

Las protestas en Caracas han sido multitudinarias, sin duda, como In Focus demuestra esta semana. Una concentración cuando Leopoldo se entregó a las autoridades (mis cojones que negoció con el Gobierno, y ellos lo saben) debe haber excedido las 200.000 personas. Mínimo 100.000. Una multitudinaria concentración el sábado 21, a la que asistí, ocupó más de cinco kilómetros, desde Petare hasta Parque del Este. La gente se ha movilizado, sin duda. Aquí también han salido las barricadas, como siempre han salido desde 2004, en lo mismos sitios.

En. Los mismos. Sitios.

¿Qué demonios tenemos que hacer para aprender que las guarimbas jamás logran nada, sino hacer arrechar a unos pocos?

En esa concentración a la que asistí, uno de los pocos políticos sensatos que quedan cerró el acto. El hombre está un poco caído a menos, qué con su inhabilidad para cobrar lo que estoy seguro fue un apretado triunfo el pasado 14 de abril, que no ha sabido convertir el descontento en acción, pero sin duda ha demostrado, para citar a Batman, que es el líder que necesitamos, no el que nos merecemos. El discurso de Henrique Capriles del pasado 21 de febrero, que pueden ver aquí, dijo exactamente lo que yo he pensado cada vez que veo un grupo gritando, como vi en El Cafetal, “si a usted le molesta el tráfico, a mí me molesta la situación del país”. Es en la marca 10:50 de su discurso:

Yo le pido por favor a los que protestan que no se encierren con ustedes mismos. ¿Qué gana usted encerrándose en su propia calle? ¿A quién va a convencer encerrándose en su propia calle si ya están todos convencidos? A este gobierno le interesa que la protesta sea en Altamira y no en Catia. Y todos los días alimenta esa protesta en Altamira.
Todas las guarimbas, todas sin excepción, son al este y sureste de Caracas. Todas. Hay una que otra en El Paraíso, pero no dura más que unas horas. ¿Dónde están las protestas en Catia? Una amiga me dijo que ha escuchado todas estas noches cacerolazos en Catia, y Saverio Vivas, coordinador de organización de Primero Justicia que vive en la zona y alguien que ustedes ciertamente deben seguir en Twitter, revela muchas cosas de ella que uno no piensa. ¿Pero guarimbas? ¿Protestas? ¿Manifestaciones? Lo mismo al sur de Valencia. Maracay ahora lidia con saqueos, más allá de las protestas. No digo que no han habido manifestaciones en zonas tradicionalmente chavistas, pues sí las hay, en La Candelaria, Coche, Montalbán, hasta la ciudad de Anaco en Anzoátegui tuvo una, pero saben…

Hay un audio circulando por WhatsApp y Blackberry de una chica que le reclama a los que se quejan de las guarimbas. Aunque me estoy quejando de ellas, debo decir que estoy de acuerdo con ella. Hay demasiada indiferencia en estas urbanizaciones. Hay demasiados que ven las noticias, dicen “ay que horror” y ya. Demasiado conformismo. Demasiado “bueno si yo estoy bien…” Pero díganme, ¿quién está realmente bien? Norkys Batista, la futura señora de Rodríguez, se quejó en estos días que su hijo pasó siete días con fiebre porque no encontraba su antibiótico. Aún veo las colas frente al Bicentenario (antiguo Cada) de Las Mercedes. Oigo los cuentos de trueques entre familias: “Ayer conseguí jabón, pero nada con la leche”. “Yo te puedo dar dos, que ayer encontré. ¿Te sobra el jabón?” Y no olvidemos que hay 25.000 personas que ya no pueden ir a trabajar, al cine, a la playa o a protestar, porque se los llevó el hampa en 2013. Ah pero mientras tanto el Gobierno insiste que vamos camino a ser mejor que Europa, que esto es todo cuestión de unos hijos de puta que no aceptan sus derrotas “en buena lid” (porque nadie abusó en campaña ni mucho menos) y otros coñemadres empresarios que andan escondiendo toda vaina con tal de estrangular el Gobierno que VALIENNNNNTEMENTE enfrenta la GUERRRA ECONÓMICAAAAA del FASCISMOOOOO (de paso, por favor busquen lo que es fascismo, ¿sí?). De bolas que hay muchas razones para andar arrecho, muchísimos incentivos para manifestar, para querer irse al diablo y renegar del gentilicio.

Pero por amor al Creador, háganlo bien. Y entiendan de una vez, esta vaina no se va a acabar con un golpe de Estado, o con la renuncia de Maduro, porque luego por ley se tiene que montar Diosdado. Dios nos agarre confesados.

Miren, Karelia Vásquez, una politóloga de Barquisimeto que también necesitan seguir en Twitter, lo dijo mejor que yo precisamente por ahí, así que les dejo la cruda verdad de su puño y letra (o tecla y letra).




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