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Mandela y nuestras elecciones

DEBBIE YAZBEK / MANDELA FOUNDATION / AFP

Nelson Mandela siempre estuvo en el tope de mi lista de personas –y en la de muchos, estoy seguro—por lo que hubiera dado todo poder conocer, simplemente estrecharle la mano y decirle “gracias” por su inspiración. Lo más cerca que llegué a hacerlo fue cuando mi mejor amigo se lo encontró en un hotel en Trinidad y Tobago para alguna cumbre a la que asistió. Lo cierto es que sin duda, Nelson Mandela fue uno de mis héroes. Representa todo lo que quisiera ser en un ser humano, con todo y sus defectos. Como el sitio The Onion tan elocuentemente lo dijo, se convirtió en el primer político que realmente será extrañado.

Y lo que me hace sentir tan bien sobre admirar a alguien como “Madiba” es que el hombre era eso, un hombre. Extraordinario, sí, pero de tan carne y hueso como yo. Como la venidera película Mandela: Long Walk To Freedom claramente expone –basada en su autobiografía, que también deberían leer—él no siempre fue el ícono de la paz y de la entereza a la que estamos acostumbrados a ver. El ex boxeador de la aldea de Qunu en Sudáfrica estuvo en la lista de terroristas de la CIA hasta 2008, y con bastante razón: él mismo bombardeó varios edificios gubernamentales y estaba listo para la lucha armada. Miren la primera entrevista televisiva que ofreció, en 1962, cuando tenía 42 años. Sí, dijo que “los africanos quieren, necesitan la franquicia, de Un Voto Una Persona –quieren independencia política”. Al final, cuando estaban al punto de la mayor violencia policial, Mandela estaba seriamente considerando ir a la lucha armada, más que nada porque el gobierno sudafricano le cerró todas las vías pacíficas. Quizá la historia lo haya visto, y seguramente habría terminado, como uno de sus héroes: Ernesto “Che” Guevara.

Ah, ¿y todas esas fotos que han salido de Mandela con Fidel Castro? Muy ciertas. Mandela y el dictador cubano tuvieron una estrecha amistad durante años. “Durante todos mis años en prisión, Cuba fue una inspiración y Fidel Castro, una torre de fuerza”, dijo Mandela alguna vez. Y sería el colmo que no: Cuba siempre fue de los primeros países que se pronunció en contra de la política del apartheid en Sudáfrica. De hecho, fue más allá: Cuba envió tropas a Angola, cuya insurgencia operaba con el gobierno sudafricano. En la batalla de Cuito Cuanavale, las tropas cubanas jugaron un rol decisivo para detener el avance angoleño sobre el nacimiento de la muerte del apartheid. Eso fue algo que Mandela nunca olvidó, y ciertamente Cuba nunca olvidará.

De hecho, cuando Mandela finalmente fue liberado en 1990 luego de 27 años de prisión, Mandela afirmó que “tenía tres amigos en el mundo, y voy a ir a visitarlos”. El primero fue Fidel Castro; el segundo, Yasser Arafat, el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (varias veces comparó la lucha contra el apartheid con la colonización palestina de Israel; ¿será por eso que Benjamín Netanyahu no puede costear ir a su funeral?); y el tercero, y quizá el más controversial, Mohamar Khadafi, el dictador libio. Tan es así que uno de los nietos de Madiba se llama Khadafi en su homenaje. Tampoco sorprende: el excéntrico líder libio fue una de las principales voces en contra del apartheid, uno de los principales financistas de la campaña electoral de Mandela –aunque dudo que la haya necesitado—y uno de los impulsores para crear la Unión Africana de Naciones. Cuando el presiente de Estados Unidos Bill Clinton –quien también fue muy amigo de Mandela—quiso presionarlo para distanciarle de Khadafi, la respuesta de Madiba fue muy clara: “Quienes se sientan irritados a nuestra amistad con el coronel Khadafi pueden saltar a una piscina”.

Pero la obra posterior de Madiba opaca cualquier amistad vergonzosa –para el resto del mundo, no para él—que haya podido tener. En su vida, Nelson Mandela no tuvo un verdadero desencuentro con ningún líder mundial prominente. Traten de decirme de un verdadero conflicto que el hombre haya tenido en su vida. Es porque, de cierto modo, la cárcel fue lo mejor que le pudo suceder. Lo calmó. Lo hizo ver que la violencia sólo genera más violencia. Hizo que viera que al final, todo lo que los sudafricanos querían era vivir en sana paz. Y se aseguró de tratar a todos como esperaba que lo trataran a él.

John Carlin, en su libro El Factor Humano, donde narra el trabajo que Mandela hizo para lograr una Sudáfrica unida, que culminó en el triunfo de la selección nacional en el Mundial de Rugby en 1996 (luego adaptado en 2009 como la película Invictus, con Morgan Freeman y Matt Damon), destaca un evento en que su abogado fue a visitarlo en la isla de Robben, donde pasó la mayor parte de sus 27 años de prisión, que ilustra para mí perfectamente cómo Mandela logró precisamente un cambio en los sudafricanos. En ese momento tenía un contingente de guardias cuidándolo, y cuando llegó su abogado, Mandela lo abrazó, habló dos minutos con él, y de repente dijo: “Oye, disculpa, no te he presentado a mis guardias”. Se acordaba de cada uno de sus nombres, y los trataba con el mayor de los respetos. Los guardias estaban atónitos. Así era Mandela: se aseguraba que todos estuvieran cómodos en su presencia, abiertos al diálogo, y entonces él les expresaba lo que quería, y veía qué podía ofrecerles a cambio.

Diálogo. Fue siempre lo que Mandela buscó el instante que fue liberado de prisión. Buscó que todos sus compatriotas, blancos y negros por igual, se sintieron como parte de una sola razón. Como dijo uno de los primeros presidentes en declarar luego que Mandela muriera, Sebastián Piñera, "No sólo trabajó por la recuperación de la democracia, tuvo la generosidad de saber perdonar, luchar toda su vida por pacificar a su país".

Perdonar. Los negros en Sudáfrica habían sufrido la peor clase de matanza y persecución y discriminación desde los judíos durante el nazismo. Y por una notable minoría blanca que los veía como perros. Kaffirs, los llamaba, el equivalente a “nigger” de los gringos. Y Mandela pasó años no sólo viendo eso, sino sufriendo miles de humillaciones desde la cárcel. Pero él supo salir de eso. Supo estar por encima de los odios y las discriminaciones, y salió buscando convertir a Sudáfrica en lo que es hoy: la nación más próspera del continente africano. Quizá no sea decir mucho –su PIB es de 11.600 dólares per cápita, tiene un 22,7% de desempleo, tiene la mayor tasa de mortalidad anual del mundo (17,36 por cada 1.000 habitantes), una expectativa de vida promedio de 49,48 años y su coeficiente de Ginni lo ubica en el segundo lugar en desigualdad en el mundo— pero tiene un fuerte mercado de turismo, prestigiosas universidades y tanto blancos como negros en su casi totalidad están orgullosos de ser sudafricanos, “la nación arcoiris”.

Mientras participaba en las elecciones municipales del pasado 8 de diciembre, me acordaba de las fotos de larguísimas colas de personas emocionadísimas en los barrios más pobres de Sudáfrica eligiendo por primera vez a un presidente negro. Veía las caras largas de la gente, el entusiasmo de algunos, pero estaba lejos de ser una “fiesta electoral”. Es porque aquí no ha habido un Mandela. No hubo un Hitler ni de vaina, aquí no ha habido un dictador, pero el líder que salió de la cárcel salió a explotar las divisiones que ya existían para lograr el poder que tampoco logró con violencia. Sí, había una diferencia considerable entre la élite política y los millones de pobres que hay en el país, algo que tenía, a juro que cambiar. ¿Pero así? No.

Venezuela está bastante mejor que Sudáfrica en muchos aspectos –nuestro PIB es de cerca de 13.800 dólares per cápita, tenemos un 7,8% de desempleo, nuestra tasa e mortalidad aún está en 5,63 por cada 1.000, nuestra expectativa de vida está en 74,23 años, estamos de 69 en el rango de desigualdad en el mundo—pero cualquiera le diría que ser clase media en Venezuela no es mucho mejor que ser clase media en Sudáfrica. Muchos sencillamente se han dado por vencidos con nuestro país.

¿De verdad queremos nuestros país, me pregunto? ¿Nos preocupa el bienestar de él? ¿De todos? ‘O sólo nos estamos preocupando de sobrevivir nosotros? Si usted vive en alguna zona clase media alta-alta de Venezuela –al este de Caracas, Prebo en Valencia, así—, ¿cuánta gente conoce que se ha ido del país? Los índices de abstención en zonas de Caracas como El Cafetal o Prados del este sin duda son afectados porque la gente que vota ahí simplemente ya no está en el país. ¿Y sabía que por eso, los venezolanos somos los latinos con mayor nivel de educación en Estados Unidos? Somos apenas el 0,5% de los 52 millones de latinoamericanos allá en el norte, pero 51% de los mayores de 25 años tiene una licenciatura o un  TSU, comparado con 13% del resto de los latinos. Es más, comparado con 29% de los estadounidenses. How d’ya like them apples?

Eso quiere decir que la gente más preparada es la que se está yendo del país. Es cierto, las cosas no están nada fáciles para alguien clase media, qué con los precios de los apartamentos, los carros, la comida, los niveles de inseguridad y la polaridad política. Pero eso deriva en otra cosa. ¿Se acuerdan de “Caracas, Ciudad de Despedidas”? Critiquen mucho al país que ha dejado de ofrecerles algo concreto a esos chamos, pero critiquen también a los padres, en mi opinión, que no les formaron una identidad nacional. Es cierto, está como difícil hacer lo que hacía uno cuando era chamo, que era lanzarse al Metro hacia el centro sólo para pasear, o dejar al chamo ir solo a la panadería cuando tenía diez años.

Pero aquí entro yo con mi opinión muy personal. Si todos tenemos memorias de ese país en el que teníamos alguna esperanza de progresar, ¿por qué no se lo trataron de inculcar a sus hijos? ¿Por qué criarlos con la idea que se podían, o hasta que debían, irse para afuera porque esto “ya no tiene remedio”? Me recuerdan a una historia de un cura que fue a una fiesta de 15 años, y cuando pusieron el reggaeton y las carajitas empezaron a perrear, mira a los papás, que avergonzado dice “¿y qué vamos a hacer?” El cura contestó “eso no lo digo yo, eso lo deberían saber ustedes”. Lo mismo digo, ¿por qué no hicieron algo cuando sí tenía remedio? ¿Por qué ahora hay tantos que lo que quieren es largarse antes de pelear o trabajar por su país? ¿Por qué hay un grupito que, aún queriendo un golpe de Estado, así no lo diga, siguen llamándose “democráticos”? ¿Cuál es la idea, poner a alguien que los trate a ellos como nos están tratando ahorita a nosotros? ¿No fue eso lo que pasó en 1999?

La pura verdad es que, por mucha falta que hace un Mandela aquí –en cada país del mundo, creo yo—, me pregunto cuánto tardaría en darse por vencido. Ya sea Capriles, Chávez, Maduro, Caldera o quien sea, nosotros siempre queremos un mesías, un carajo que toque todo en esta vaina y lo arregle, y no terminamos de entender que no es uno solo que va arreglar este desastre. Mandela logró unir a su país porque hizo a todos entender que eran parte de un mismo pueblo, así tuvieran distintos orígenes. Sí, cuando ganó la presidencia muchos sudafricanos blancos salieron huyendo temiendo represalias, pero los que se quedaron prosperaron de lo lindo. Porque Mandela creó oportunidades para blancos y negros por igual. Porque los unió. Porque los hizo uno solo. Porque sabía que no podía solo. Porque con toda y su grandeza, era un solo hombre.

Reitero mi pregunta en mi último post: ¿estamos jodidos?

Lala ngoxolo, tata Madiba. Descansa en paz, padre Madiba.

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Y el tal Snowden, ¿es de los buenos o es de los malos?

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Todo este embrollo de Edward Snowden está peor que una novela de John LeCarré, hasta el punto que el protagonista central es un tipo inteligentísimo y reservado, cual George Smiley, con  la diferencia que en vez de espías y gobiernos sofisticados y discretos, tenemos a los tipos del ALBA. Ya a este punto, hay que decirlo: Snowden hasta dejó de ser el problema. Los países “anti imperialistas” lo están usando para atacar a EEUU y criticar su red de espionaje. Lo que Snowden pueda mostrar –y honestamente considero que debe mostrar— está rápidamente pasando a un segundo plano.

Pero es precisamente por ese desastre que vino después de la soberana estupidez de España, Italia, Francia y Portugal con el avión de Evo Morales que quizá se note el desespero de EEUU de traer a este tipo a juicio y callarle la boca (espero que no para siempre). Si de verdad EEUU exigió/convenció/sobornó/amenazó a esos países para que mandaran a detener el avión –y Bolivia dice que tiene pruebas que sí—en efecto ya Edward Snowden se puede considerar “enemigo público número uno”. Qué importan Ayman al Zawahiri y el resto de Al Qaeda, ¡este pana se tiene que callar la jeta!

¿Pero de verdad se justifica?

Lo primero que les pido es que vean la entrevista completa que Glenn Greenwald y la documentalista Laura Poitras para el periódico The Guardian. Creo que mucha gente ya hasta olvidó lo que el hombre explicó en esa entrevista con todo lo que ha pasado. Esta es la primera parte. (Si no salen los subtítulos automáticos, escójanlos en el botón “CC”.)

Ed Snowden interview, pt 1


Y esta es la segunda, con subítulos ya incrustados.

Ed Snowden interview, pt 2

Resumen: Ed Snowden trabajó en los niveles más altos como analista informático en la Agencia Central de Inteligencia y la Agencia de Seguridad Nacional, y vio cómo ambas agencias creaban una red masiva de vigilancia no sólo de los EEUU, que ya es bastante, sino de todo el mundo. En el caso de los celulares, se supone que pueden ver quién llama, quién atiende, a qué número y cuánto dura la llamada, pero no el contenido de esa llamada. Cuando tanto The Guardian como la revista alemana Der Spiegel revelaron los documentos que Snowden les entregó, Obama no sólo no lo negó; lo defendió.

Lo que puedo decir de forma inequívoca es que si eres una persona de Estados Unidos, la NSA no puede escuchar tus llamadas, no puede leer tus correos… y no lo han hecho. No pueden y no lo han hecho, por ley y por regla, a menos que – y usualmente no serían ellos, sería el FBI – vayan a una corte, obtengan una orden, y busquen una causa probable, de la misma forma que siempre ha sido.
-Barack Obama, durante una entrevista con Charlie Rose, 17/06/13

Snowden rechazó esa declaración, considerando que Obama “estaba defendiendo lo indefendible y lo sabía”, diciendo que la NSA puede escuchar lo que sea y lo ha hecho. Sin pedir una orden en la corte. Simplemente por la sospecha. Y aquí está la razón de por qué lo hizo.

No quiero vivir en una sociedad que haga esta clase de cosas. No quiero vivir en un mundo donde todo lo que hago y digo queda registrado. No es algo que estoy dispuesto a apoyar o bajo lo cual vivir.

Tengan en cuenta que este es un pana que ganaba unos 200.000 dólares al año, vivía en Hawaii y tenía una novia que ya La Patilla se encargó de mostrar en todo su esplendor. Se rehusó al anonimato porque está convencido que no hizo nada malo. Y ha sido claro: lo que quiere es un debate, que el mundo decida si quiere vivir así. Que tiene más documentos que podrían joder a alguien pero esa no es su intención. (Pueden leer los artículos de Greenwald para The Guardian aquí y aquí.)

Los años recientes han tenido varios casos con “whistleblowers” como Snowden. Los dos más notorios fueron los de Aaron Swartz y Bradley Manning, sin duda. Swartz, inventor del protocolo RSS y uno de los responsables por Creative Commons y Reddit, estaba a punto de ser enjuiciado por hacer público papeles académicos de la base de datos JSTOR del MIT, y se enfrentaba a 35 años de cárcel. Antes de enfrentarlo, Swartz decidió suicidarse. Manning, por su parte, es un soldado del ejército estadounidense quien admitió entregar material al sitio Wikileaks, el “hijo” de Julian Assange, y fue encarcelado tres años sin juicio, incluyendo 11 meses en solitario que hasta la ONU consideró bárbaro.

Por el trato a Manning, el papá de los informantes de EEUU, Daniel Ellsberg, considera que ya su juicio debería ser anulado. Ellsberg es el responsable de los Papeles del Pentágono, una serie de documentos clasificados que entregó en 1971 al New York Times donde se veía que el gobierno de Richard Nixon estaba pujando por seguir la guerra de Vietnam sin importar los costos. Ellsberg se entregó a las autoridades, salió bajo fianza, pudo hablar con los medios y en actos públicos en contra de la guerra y al final el juicio que se le abrió fue desechado porque el Gobierno le puso un micrófono de manera ilegal. Con razón Ellsberg dijo en una reciente columna del Washington Post que “Edward Snowden tomó la decisión correcta de irse del país”: “El país donde yo me quedé era un Estados Unidos diferente, hace mucho tiempo”.

Creo que ahí está el meollo del asunto. EEUU, aunque sigue teniendo una democracia relativamente sólida –un Congreso que limita las funciones del Presidente, un sistema electoral libre (aunque terriblemente anticuado), una libertad de expresión casi sin límites (y voy con ese “casi” en un momento)—ya no es la luz de la esperanza que fue en los 70 y 80, el sitio donde los perseguidos iban a buscar refugio. El 11 de Septiembre transformó, espero que no para siempre, a EEUU en un gigante paranoico, desconfiado y desesperado por más nunca recibir un golpe tan preciso, y por ello ha optado por comerse algunos derechos civiles básicos de privacidad y decencia en nombre de la Guerra en Contra del Terror.

Consideremos los escándalos que han surgido desde que las redes sociales son grandes: Abu Ghraib. Soldados orinando sobre el cadáver de un talibán. “Collateral Murder”, el video que hizo a Wikileaks famoso. Todo lo que Wikileaks ha sacado, desde ese video hasta los documentos diplomáticos. Las condiciones de la cárcel de Guantánamo y sus recientes alimentaciones forzadas a los prisioneros en huelga de hambre (el rapero y actor Yasiin Bey, mejor conocido como Mos Def, hizo un video para demostrar el procedimiento). Swartz. Manning. Snowden.

¿Lo que más me impresiona de todos estos escándalos? “El  público necesita decidir si estos programas y políticas están bien o mal”, dice Snowden en su entrevista. Pues, si al menos he de creerle a una encuesta de la revista TIME, ya decidió –y no le molesta (al menos el estadounidense). 48% de los encuestados están de acuerdo con el programa de vigilancia de la NSA, mientras que 44% no –una encuesta con un margen de error de +/-4%. O sea, el tema tiene a EEUU fuertemente dividido. Pero 63% considera que ha tenido algún o mucho impacto en garantizar la seguridad nacional, y 48% cree que el Gobierno sí logró el equilibrio adecuado entre proteger su privacidad y proteger su integridad física. (54% considera que Snowden hizo algo bueno, pero 53% considera que igualmente debe ser procesado por lo que hizo.)

¿Entonces? Al fin, Ed Snowden, ¿héroe patriota o villano traidor? Como siempre depende a quién le pregunten. Ciertamente cometió un crimen, haciendo públicos documentos clasificados, lo que contraría el acuerdo de confidencialidad que indudablemente firmó al ser empleado tanto por la CIA como la NSA. ¿Lo que ha revelado podría poner en peligro al país? Creo que a estas alturas, no más de lo que EEUU representa para sí mismos. “Tierra de los libres, hogar de los valientes” suena a algo cada vez más vacío. Y lo digo con dolor, pues es mi país de nacimiento. Pero da dolor ver cómo ha degenerado en los últimos años, cómo su maquinaria gubernamental se ha convertido en lo que tanto ha dicho combatir. Y es una maquinaria que ningún Presidente, no importa lo bien intencionado que sea, tendrá facilidad en desmontar. Y en muchos casos, quizá ni siquiera tenga la disposición de hacerlo.

De modo que Ed Snowden ahora no le queda otro remedio más que buscar asilo en algunos de los países donde la libertad de expresión es un poco cuestionada, como lo son Ecuador, Bolivia y Venezuela, con sus respectivas leyes que limitan la prensa libre. Precisamente porque los tres son tan contrarios a EEUU es que Snowden tenía en ellos su mejor opción de asilo, y como dije al principio, les ha dado las mejores herramientas para continuar atacándolo. En el caso nuestro, es particularmente divertido que el presidente Nicolás Maduro critique a EEUU de espiar “a todo el mundo” cuando ya es bien sabido que todos los principales líderes opositores del país tienen sus celulares e incluso sus casas pinchados, como demostró el reciente caso de la diputada María Corina Machado.

Repito: ¿y entonces? ¿Héroe o villano? Depende a quién pregunten. ¿Me preguntan a mí? No sé si héroe, pero hizo lo correcto. Rompió la ley, sí, pero expuso lo feo que está todo. Lo malo es que, para seguir exponiéndolo, tiene que meterse en la cama con los villanos. De todos modos, rompiendo la ley es a veces la forma que las sociedades avanzan, citando este artículo (en inglés) del blog Thoughtcrime:

Imaginen que haya una realidad alterna distópica donde la defensa de la ley fuera 100% efectiva, de tal manera que cualquiera que potencialmente rompiera la ley supiera que sería inmediatamente identificado, aprehendido y encarcelado. Si una defensa perfecta de la ley fuera una realidad en Minnesota [que acaba de legalizar el matrimonio homosexual, luego de leyes de sodomía que hacían a la propia homosexualidad ilegal desde 2001], Colorado y Washington [que acaban de legalizar el uso de marihuana] desde su fundación en los años 1850, parece muy poco probable que estos cambios recientes hubieran sucedido. ¿Cómo se habría decidido que la marihuana debía ser legal, si nadie nunca la habría usado? ¿Cómo habrían podido decidir los estados que el matrimonio entre gente del mismo sexo debería ser permitido, si nadie hubiera visto o participado en una relación homosexual?

En estos casos sé que depende a quién le pregunten. Pero los dejo con ese pensamiento: rompiendo la ley es a veces como muchas sociedades avanzan. Si no, ustedes aún tendrían esclavos.

Un poquito extra: Por supuesto, si quieren leer un poquito más sobre el caso Snowden, hay cualquier cantidad de artículos en inglés y en español en todos lados. Pero hay un par de cosas relacionadas que me gustaría compartir con  ustedes que me parecen interesantes.

  • The Most Dangerous Man In America es un documental sobre Daniel Ellsberg nominado al Oscar que mucho les recomiendo, no sólo por su calidad sino para que hagan el contraste de los EEUU de 1971 y los de ahora. Por supuesto que está disponible en su proveedor de torrents preferido, pero si son suscriptores de Netflix también está disponible allí.
  • Kieran Haley, un profesor de sociología de la Universidad de Duke, tomó los datos que Edward Snowden reveló de PRISM, el programa de vigilancia que la NSA usa para recolectar metadata de las comunicaciones de los estadounidenses, y la aplicó sólo en las listas de membrecía de varias organizaciones del área de Boston en la década de 1770. Sólo con eso, el nombre de Paul Revere, quizá el nombre más famoso de la Revolución Estadounidense, sale sin ningún problema. En esencia, pareciera que si este sistema hubiera estado en sitio en los tiempos de Paul Revere, EEUU aún sería una colonia británica. (“Rompiendo la ley…”, dije antes…)
  • ¿Por qué no cierra Guantánamo? Por muchas razones. He aquí algunas. Y otras. Aunque un artículo de TIME lo dice sin tapujos: Guantánamo jamás cerrará.
  • Isabel Lara es una periodista residenciada en Washington, hija de la internacionalista Maruja Tarre, que una vez escuchó una llamada privada entre ella y su madre salir tanto en “La Hojilla” como en “Dando y Dando”. Lo cuenta todo en Boing Boing (en inglés).

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¿Hay que defender a Assange?

235867011_d41dcec2ccc7Todo el asunto Wikileaks es imposible de ignorar como periodista, por todas las aristas que tiene. Por un lado, hay espionaje que haría a John Le Carré y Tom Clancy llorar de la emoción; por otro, hace ver a Bob Woodward y Carl Bernstein parecer periodistas de farándula; y por otro, puede causar más problemas diplomáticos que un Corán quemado en la embajada de Israel en Marruecos.

 

El 19 de junio, luego que agotó todas las posibilidades para evitar la extradición a Suecia, donde se le investiga por la supuesta violación a dos mujeres, desde Gran Bretaña, a donde había huido en 2010, Julian Assange, violando un arresto domiciliario que por supuesto no le importaba, se refugió en la embajada de Ecuador de Londres y solicitó asilo diplomático. Luego que hasta el famoso juez Baltasar Garzón anunció que defendería al australiano (mal hecho si no sabes quién es Garzón), y su madre Christine fue a pedirle al presidente ecuatoriano Rafael Correa que lo ayudara, el 16 de agosto, como todo el mundo esperaba, Rafa le otorgó el asilo, alegando que, “de darse una extradición a Estados Unidos, el señor Assange no tendría un juicio justo, podría ser juzgado por tribunales especiales o militares y no es inverosímil que se le aplique un trato cruel y degradante y se le condene a cadena perpetua o a la pena capital, con lo cual no serían respetados sus derechos humanos” , según leyó de un comunicado el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño. Si hemos de creer cómo se está tratando a Bradley Manning, el soldado de 24 años que es acusado de ser una de las fuentes, quizá Assange tenga un poquito de razón.

 

Si a estas alturas no entienden el cuento de Wikileaks –supongo que en la cueva que viven no llega el Internet—aquí tienen un resumen. Ciertamente opino que es un caso fascinante y a la vez asqueante. Por un lado, Julian Assange es el sueño de todo periodista y la pesadilla de todo político: un hombre que ha armado una red de fuentes secretas y eficientes que lo han provisto de los sucios secretos que nadie quiere que se sepa. Mi primer contacto con todo el portal fue el llamado “Collateral Murder”, el video del ataque desde un helicóptero Apache donde murieron doce personas, incluyendo a dos periodistas de Reuters, Saeed Chmagh y Manir Noor-Eldeen. Después vinieron los diarios de Afganistán, de Irak, los 250.000 cables diplomáticos de EEUU. Ni Colombia y sus “falsos positivos” se han salvado del alcance de la gente de Assange.

 

Por otra parte, al menos en el caso de los cables, sí hay que reconocer que Wikileaks ha contribuido a poner gente en peligro. La diplomacia es una forma elegante de hipocresía, donde tienes que hablar con gente que no sólo tiene visiones completamente opuestas a las tuyas, sino que te caen mal. En los cables hay embajadores que dicen cosas que podrían considerarse insultantes para los mandatarios de los países en los que sirven. Muchos países árabes pidieron a EEUU que los ayude a bombardear Irán antes que tengan una bomba nuclear. Y así sucesivamente. Olvídate del hecho que compromete las relaciones de Estados Unidos con muchos países del mundo –hasta obligaron a Hillary Clinton a pedirle disculpas a la presidenta argentina Cristina Kirchner—, la gente que escribió algunos de los cables podría ser matada. Eso sí compromete relaciones de los países. Ni hablar de los archivos de Inteligencia Global –que habla de gente que sí hace espionaje abiertamente.

 

Todo el asunto me ha hecho preguntarme: ¿cuándo es demasiado?

 

Que los gobiernos afectados por Wikileaks, empezando por EEUU, se han portado mal y la gente de Assange básicamente les bajó los pantalones y los señaló es evidente. Todos los gobiernos necesitan una mayor transparencia, y si no, necesitan personas y organizaciones que los obliguen a asumir sus responsabilidades. Assange lo que ha hecho es abrir un sitio donde esa gente se pueda desahogar. El problema es que no se sabe dónde termina la preocupación por violaciones a derechos humanos o corrupción y empieza el odio a Estados Unidos. Assange ha dicho que tiene gente que redacta los documentos que recibe, e incluso contactó a gente del departamento de Estado para que los ayudaran con ello, pero es imposible saber con  qué intenciones se enviaron esos documentos a Wikileaks al principio.

 

Y luego está la ironía que haya sido Rafael Correa quien le haya concedido el asilo. No hablemos del ALBA, que pegó el grito en el cielo para defender a Ecuador de la “amenaza británica” –la misma gente del ALBA que le negó el salvoconducto a un cierto prófugo que pasó Estamos hablando de un presidente que ha tenido serios problemas con los diarios que son más críticos a su gestión, como El Universo de Guayaquil y El Comercio de Quito, y ha cerrado varios medios menores alegando problemas fiscales (cualquier parecido…). En un análisis hecho por AFP, muchos afirman que Correa busca suavizar su posición en contra de comunicadores, a la vez que quiere consolidarse como agente antiimperialista. El hecho que Gran Bretaña hizo el equivalente a decir “me sabe a carato tu solicitud de asilo” y dijo que si tenía que entrar a la embajada a arrastrar a Assange fuera lo haría–y por detrás EEUU diciendo que no reconocen ese asilo— pone a Correa tanto como el líder de una pequeña nación latinoamericana haciendo frente con “valor” (Assange dixit) a un país del primer mundo como un héroe de los fans de Wikileaks. Way to go, guys.

 

Siempre tengan cuidado de defender a alguien a pies juntillas, incluso si simpatizas con su labor, sus misiones, su actitud o su manera de ser. Assange puede que sea el mensajero al que EEUU quiere matar por revelar lo mal que se ha portado, pero salvo algunos aspectos todo el asunto no lo veo distinto a los procesos que han venido detrás de RCTV o Globovisión en el país (posiciones políticas propias aparte). Pasa que a los que está afectando Assange son más grandes y hace más ruido si caen.

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Escribir por la esperanza

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No sé ni por qué terminé cómo terminé. Lo cierto es que hoy me levanté, me desayuné, terminé de leer 11/22/63 (increíble) y me senté en la computadora. Era un ambiente tranquilo, estaba de buen humor, así que abrí Grooveshark y puse una lista con canciones suaves. Cantaba, escribía, leía, jugaba. Y de repente sonó “We Are The World 25”, la versión más reciente de “We Are The World”, el tema de 1983 hecho para recolectar fondos para la hambruna en África, que se regrabó en 2010 para ayudar luego de la devastación por el terremoto de Haití.

Y empecé a llorar.

Masoquista como soy, cuando terminó la canción, abrí el video en YouTube. Cuando Pink empieza a cantar su parte, estoy hecho un amasijo de lágrimas. Y para rematar el momento surrealista, un pajarito se paró en mi ventana y empezó a cantar. Cuando terminó el video, me eché para atrás y simplemente miré a la pantalla. Tenía mucho tiempo que no me sentía tan vivo, tan lleno de esperanza, tan agradecido a Dios.

Ahora puedo revelar un poquito de lo que ha sido mi vida en los últimos meses. En febrero perdí mi trabajo por circunstancias que no vienen al caso, lo que ha afectado –como es de suponerse—mi estado anímico. Gracias a Dios por un diplomado de escritura narrativa que mi esposa tuvo a muy bien animarme a tomar me salvó del ocio total. Aunque agradecí más tiempo para leer y ver películas (que no hice tanto como podría pensarse), a mi edad es terrible ser improductivo. Estás en la mejor etapa cognitiva de tu vida, ya no eres ningún muchachito, y sobre todo, tienes responsabilidades de hogar.

Finalmente, hoy empiezo un nuevo trabajo (que me reservo por ahora). Estoy volviendo a mis raíces más puras, mezcladas con las cosas más avanzadas que he hecho en mis dos últimas labores. Es un nuevo reto que asumo con todo el gusto y emoción del mundo.

Recuerdo los momentos de dura depresión por los que pasé en estos meses, asustado de tener que volver a empleos que consideraba superados. Pero el video de ayuda a Haití me hizo pensar nuevamente lo fácil que es para los seres humanos hacer de sus particulares hormigueros enormes montañas, de nuestros vasitos de agua grandes océanos sin fondo. La gente de Haití sí sufrió, sí que tiene motivos para deprimirse. Y sin embargo, allá, la vida sigue. ¿Saben cuál es el índice de suicidios allá? Cero por cada 100.000 habitantes, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (cifras de 2003, último año disponible). El nuestro fue de 6,5 por 100.000 (2007). El de EEUU, 22,2 (2005). Cuba, 24,5 (2008). China, 27,8 (1999). Lituania 71,7 (2009). Ni siquiera está en la lista de países con personas que más sufren de depresión (esos serían Francia, donde el 21% de su población indicó haber estado deprimido, y EEUU, con 19,5%, de acuerdo a otro estudio de la OMS). Es uno de los países más pobres del mundo, pero nadie en Haití pareciera hacer otra cosa más que tratar de sacudirse el polvero y tratar de seguir adelante.

Yo respeto muchísimo a mis amigos ateos, pero la fe es algo que me ayudó mucho en estos meses. La confianza en que Dios me estaba poniendo a prueba, que entendiera que, grave como era por lo que estaba pasando, había gente en el mundo que realmente estaba sufriendo. No sólo eso, sino saber que Él me ayudaría. También, la determinación a no dejarme amilanar por las circunstancias. Simplemente sigue buscando, Juan, algo llegará… y algo llegó. Gracias Diosito, gracias a los que me consiguieron este empleo, y gracias a todos los que me apoyaron y me siguen apoyando en este camino a la sanación completa.

Ahora, ¡a trabajar!

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No lo vamos a ver todo en la vida. ¡GENIAL!



Kottke.org es una de esas paradas obligadas en mi ritual de lecturas online en lo que entro al ciberespacio. Es una colección de posts muy breves (en su mayoría), tratando más que nada con artes liberales: muchos enlaces a The New Yorker, pensamiento crítico, liobros, lectira, videos (y también trailers de algunas películas, comentarios sobnre series como The Wire y Mad Men, recomendaciones a otros blogs y jueguitos Flash para perder el tiempo productivamente). Me encanta al más allá, en serio.


Una de sus últimas entradas mostraba este enlace del blog Monkey See del sitio de la Radio Pública Nacional (NPR) de Estados Unidos (un ejemplo de cómo decir un medio público, en serio... es que creo que ni la BBC). El título es "El Triste y Hermoso Hecho de que Nos Vamos a Perder Casi Todo", por Linda Holmes. ¿La versión corta? No lo vas a ver/leer/probar todo... ¡gracias a Dios!


Yo tengo tres libros que sugieren cosas que son tan vitales que si se te ocurre perdértelas antes de enfrentarte con el Creador, tu vida habrá sido incompleta. Como se supondrán, son 10001 Películas que Ver, 1001 Discos que Escuchar y 1001 Libros que Leer Antes de Morir. Holmes saca la cuenta de cómo sería esta hazaña si te limitas sólo a libros: si tienes 15 años, lees dos libros a la semana y lo mantienes hasta que tengas 80 años, eso quiere decir que para ese momento habrás leído 6.500 libros. Claro, está el pequeño detalle que en esos 65 años, seguirán saliendo libros, así que...


Yo soy así. O al menos lo era antes de volverme adicto a Internet. Yo me leía no dos, sino a veces tres libros a la semana. Cien Años de Soledad me lo bebí en cinco días la primera vez, semana y media la segunda. Bag of Bones de Stephen King, en cuatro días. Pero Don Quijote aún no me lo he leído. El único libro de Mario Vargas Llosa que he digerido ha sido La Fiesta del Chivo. Sólo he leído una novela de Miguel de Unamuno (Niebla) y una sola de Camilo José Cela (La Colmena, por supuesto). No he terminado ni Crimen y Castigo ni La Guerra y La Paz; no he leído nada de John Updike, Franz Kafka, J.D.Salinger, Truman Capote o ninguno de la Generación Beat.


¿Y el cine? Yo me hago llamar de cinéfilo (por algo tengo un blog de cine) pero mis puntos ciegos en ese aspecto son grandes. ¿Expresionismo alemán, tipo Nosferatu o El Gabinete del Doctor Caligari? Nanay. ¿Obras de Luis Buñuel? Nopi. Joder, ¿cine mudo? Ni una. No vi Apocalipsis Ahora sino en agosto, no vi It's A Wonderful Life sino en diciembre... Y para no aburrirlos mucho, mejor sólo les menciono que, en cuanto a música, el último disco que compré fue Rock N Roll Jesus de Kid Rock... en 2007.


¿Ven a lo que me refiero? Y eso que no he cubierto mi lista de 100 cosas que quiero hacer antes de atravesar las Puertas Doradas. Y la simple realidad que debes afrontar es esta: a menos que te la des de James Franco y quieras hacer dos millones de cosas a la vez, no hay tiempo ni mucho menos fuerza para ver todo el espectro cultural que el universo decide parir en cualquier momento dado. Sencillamente no se detendrá para que te de tiempo de consumirlo. Y eso está bien, dice Holmes.


Es triste, pero también es... grandioso, de verdad. Imagínate si hubieras visto todo lo bueno, o si supieras de todo lo bueno. Imagínate si de verdad adquirieras todas las grabaciones y libros y películas que "deberías ver". Imagínate si lograras pasar por las listas de todo el mundo, hasta que todo lo que no hayas leído realmente no necesitara leerse. Eso implicaría que todo el valor cultural que el mundo ha logrado producir desde que una gota de masa primordial agarró un violín es tan pequeña e insignificante que un solo ser humano se lo podría tragar en una sola vida. Eso nos haría fracasos, creo yo.
Así, nosotros los cultoadictos tienen dos opciones: o nos amargamos y nos limitamos a las comiquitas de los periódicos o estamos pendientes de consumir lo bueno que viene en nuestra dirección. Tomemos un camino poco transitado; leamos un libro basado sólo en su portada; veamos una película que no nos llama nada la atención. Si quieren guías, compren esos libros que mencioné, busquen las listas de "lo mejor del año/década/historia/última hora" que abundan en línea.


Pero sobre todo, nunca dejen la curiosidad y de tener una mente abierta. ¿Se acuerdan del experimento del violinista? Hay cosas hermosas ocurriendo a nuestro alrededor que nos estamos perdiendo ahora mismo. Escoge lo que te gusta o lo que te llama la atención, y búscalo. No quieras consumirlo todo; sólo estáte alerta en consumir lo bueno.

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Cambios rudos

60: La del pato macho
Viendo las imágenes de Haití y ahora Chile, uno tiene que tratar de poner las cosas en perspectiva. A esa gente la vida les cambió para siempre, en especial los de Haití, porque siquiera Chile tiene un grado mayor de civilización. Esa gente sí tiene que lidiar con empezar todo de nuevo, en algunos casos de menos cero, porque no sólo no tienen nada, sino que deben (¡mundo, perdónenle la deuda a Haití!).

Empiezo con estas palabras un post sumamente personal porque ayuda a poner las incomodidades (pues no son tragedias) en perspectiva. Uno no puede hundirse en su propia mierda cuando en realidad con pararte y bañarte tienes, cuando hay gente que ni siquiera se puede parar de lo débil que está. Pero en nuestro pequeño mundo personal, hay momentos en que tienes tu propio terremoto. Y bueno, hay que buscar recoger los pedacitos para empezar la reconstrucción.

Estos no han sido días fáciles. Lo que primero les puedo contar es que me mudé de la casa de mis padres. 38 años dependiendo de ellos de una forma u otra, y bueno, ahora ando en casa de una tía. Mi madrina. Dios la guarde, ella es tan maternal como mi madre, y ha hecho lo posible para hacerme sentir tan en casa como en casa —pero no es fácil. Me tengo que levantar más temprano, tengo menos espacio, pero bueno, lo hice con gusto y voluntariamente para ayudar a la familia. Además, todos tenemos que volar solos en algún momento, ¿no?

Luego, les menciono de pasada, están los rollos en el trabajo. No puedo dar muchos detalles, porque demasiada gente de ahí lee esto, pero digamos que... bueno. Bueno no.

Por último, lo que me ha pegado más es precisamente no puedo dar demasiados detalles aquí. Digámoslo así: me equivoqué. Y feo. Tropecé mal. No sé cómo salí ileso. Pero sólo puedo pedir a Dios que el perdón que sé que no merezco llegue algún día de manera completa. Que las cosas se termine de arreglar, que todo se supere, que el Sol salga para todos.

Hay que pensar en Haití y Chile, sí. Pero es muy difícil ignorar los tremores del país personal que es Jaycer. Ojalá los procesos humanitarios de reconstrucción hagan un buen trabajo. Y me refiero a los tres países.

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