Oda a El Cafetal

Hace una semana, caminé con una querida amiga desde Caurimare hasta Santa Paula. No por elección; no nos quedaba de otra. Salí deprimido.

Para los extranjeros: El Cafetal es una parroquia de clase media alta al sureste de Caracas, parte del municipio Baruta del estado Miranda. Se compone de varias urbanizaciones: Santa Paula, Santa Sofía, San Luis, Santa Ana, Santa Paula, Chuao, etc. Hay dos clínicas privadas ubicadas allí (Santa Sofía y Metropolitana) y un centro comercial importante (Plaza las Américas), además de otro (Santa Paula) donde abrió uno de los primeros Locatel, una cadena de “automercado de salud”. Hay un kiosco ubicado en una de las dos bombas de gasolina ubicadas en él que es famoso porque está abierto 24 horas. Un gran templo mormón está ubicado a su entrada. El boulevard que compone su avenida principal está casi siempre verde, con abundantes árboles donde incluso se han visto perezas. A pesar del aumento de la criminalidad –secuestros, principalmente—se le conoce como una zona tranquila, pues no está particularmente cerca de zonas peligrosas.

Desde que empezaron las protestas el pasado 12 de febrero, pero en particular desde mediados de marzo, los 52.000 habitantes de la parroquia están, quieran o no, encerrados. En el último mes, la expresión “doña del Cafetal”, usada para referirse a mujeres mayores (o no tanto) para lo cual nada que este Gobierno haga está remotamente bien, mucho menos sus seguidores, ha sido más justificada que nunca.

Caminar desde Caurimare a Santa Paula son aproximadamente dos kilómetros. Parte de ello en subida. En ese espacio, hay al menos 25 barricadas hechas por los vecinos tanto en protesta contra el Gobierno como protección contra bandas armadas como, en palabras de uno de los muchachos que cuidaban las barricadas, para sacar a los demás “de su indiferencia”.

No puedo creer que haya mucha indiferencia después de lo que vi.

Las barricadas van desde algunas bolsas de basura y ladrillos puesto en fila hasta un poste de luz, alcantarillas, sofás y vallas de madera. Sí, un poste de luz. Supongo que esto es lo que siente alguien que camina en una ciudad sitiada. Muchachos (y muchachas) de alrededor de 20, o veintitantos años, parados con sus caras tapadas. Cerca de una, un grupo de personas de todas las edades estaban cerca de una, cuadrando acciones, estimando turnos. Algunos carros pasaban con mucho cuidado, pero era complicado, como se imaginarán. Mi amiga me contaba que en algunos sitios habían puesto alambre de púas en las aceras. El taxista que finalmente encontré para que me llevara a mi casa, porque había dejado a un hombre a pocos metros frente a nosotros, me contó que hace unos días un compañero trató de pasar una barricada en días anteriores, y una muchacha “bonita, parecía una miss, como de 19 años”, le arrojó un ladrillo y le reventó un vidrio.

Esta misma amiga ya ha asistido a dos asambleas de ciudadanos que, en ambos casos, terminan en violencia. En la primera, una joven estudiante de Comunicación Social sugirió que se abriera un canal en las barricadas para emergencias; habrías jurado que sugirió que abrieran las puertas de sus casas a los malandros. En la segunda, un estudiante de Ingeniería (Dios bendiga a los estudiantes) propuso que se usara el 1x1: como había tanta gente de otras partes viniendo a trabajar, y que se veían obligados a caminar ya que el transporte no podía pasar, que se aprovechara para hablar con ellos, tomarse un minuto para escuchar por qué apoyaban al Gobierno, si lo hacían, y otro para explicarles por qué hacían lo que hacían. El comentario en la parte de atrás: “este seguro es chavista”. En ambos casos, sus familias debieron llevárselos antes de que los lincharan. Una amenaza, por cierto, que le llegó a mi amiga en mensajes de grupo de los vecinos: “Si vemos a alguien que no conocemos, lo lincharemos”.

(Claro, el 6 de abril la policía les dio otra excusa a los cafetaleños de su radicalismo; se hicieron infames las fotografías de una señora que fue a tratar de dialogar con los efectivos de la Policía Nacional Bolivariana, y mientras se alejaba le dispararon por la espalda. Bello que les quedó, desgraciados.)

Me recuerda panfletos que estuvo circulando por Catia la semana pasada, y siempre circulan cada cierto tiempo, en la que los colectivos de la zona, organizaciones que ya han sido acusados varias veces de violencia en contra de marchas opositoras –el líder del colectivo La Piedrita, Valentín Santana, es un hombre buscado—donde aseguraban que no permitirían “guarimbas” en la zona. “¡Que nadie se equivoque, Catia es chavista!”, cerraban. Explíquenme cuál es la diferencia.

Y ahora leo lo que le pasó a Aglaia, luego que fue citada por un periodista de la BBC (luego pidió que su nombre fuera removido del reportaje). Me hace preguntarme, al igual que ella, ¿por qué país estamos luchando? Criticamos –y se debe criticar—que el Gobierno busca imponernos un socialismo que la mayoría ya dijo no querer, en 2007; y no tenemos problemas en imponer el encierro a los vecinos (aunque muchos no se quejen, pero muchos sí lo hacen) y que los empleados no puedan llegar a sus trabajos. Criticamos –y se TIENE que criticar—que el Gobierno decidió excluir a una parte de la población, tratarlos como enemigos, pero nos limitamos a defender NUESTROS espacios, en vez de defender NUESTRO país. Típico venezolano: “mientras yo estoy bien, qué importan los demás”.

Supongo que yo también seré atacado, insultado, llamado “bobositor”, “indiferente”, “habitante de Narnia”, “egoísta” (ja, egoísta…) y demás motes que los que yo llamo “oposicales” acostumbran a llamar a los que nos rehusamos a caer en el radicalismo. Nuevamente, explíquenme la diferencia entre los que llamaban y llaman a los otros “escuálidos”, “oligarcas”, “fascistas”, “chuckys” y demás. Asumen que es por las guarimbas que la atención mediática vino, que los cancilleres de Unasur están aquí. No me atrevo a decir que es por eso, pero díganme, ¿creen que los que votaron por el Gobierno están impresionados? En particular cuando le dices cosas como “huevón, reacciona”, ¿logras algo? Gente, ustedes no son la pesadilla del Gobierno, son su sueño húmedo, pues refuerzan su tesis de “ellos contra nosotros”. Definitivamente, las palabras de Francisco Toro, fundador de Caracas Chronicles, escribió en febrero.

Las protestas de clase media en áreas de clase media sobre temas de clase media sobre gente de clase media no son un reto al sistema de poder chavista, son parte del sistema de poder chavista.

Hace un tiempo, cuando la crisis eléctrica durante una sequía particularmente fuerte, acompañé a mi ex esposa a una cita médica, cerca de la clínica Santa Sofía. Entre las que esperaban estaba una señora mayor, la propia viejita dulcita. Me empecé a quejar del calor, y mi ex igual. “Ay no, yo quiero que siga”, dijo la doñita. “Eso lo perjudica a él (Chávez)”. “¿Y usted cree que lo perjudica a él solo, señora?”, pregunté. “Claro que sí, los demás que nos aguantemos, pero eso lo perjudica a él y termina cayendo”, fue la respuesta. “Por mí que haga MÁS calor”.

Doña del Cafetal, indeed.

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